Claudia Berruti, un alma libre que nació para volar




Claudia Berruti nació en Holanda, pero la cultura italiana estuvo inmersa en su vida desde muy pequeña por influencia de sus padres: Rita Salvatori y Bruno Berruti, ambos emigrantes italianos que llegaron a Holanda a finales de la década de los ochenta. Sentada en una banca de madera, en el patio de un hostal en Quito, Claudia reflexiona acerca de lo maravilloso que es viajar y recuerda aquellos momentos de su infancia, cuando iba de vacaciones a París y Venecia.

P. ¿Cuándo decidiste emprender este viaje a Latinoamérica?

R. Desde niña siempre soñé en viajar y conocer diferentes lugares del mundo. Al finalizar mis estudios en relaciones internacionales, en la Universidad de Leiden en Holanda, decidí emprender este viaje hacia Latinoamérica. Primero estuve en Colombia y luego en Ecuador. Este es un país que tiene una gran diversidad cultural, pero lo que más me atrae de Ecuador son sus montañas y sus playas. La playa que más me gustó es la de Salango, donde estuve trabajando por unos meses.

P. ¿Cómo solventas tus gastos personales en otro país?

R. Ahora que me encuentro en Ecuador, dicto clases de italiano en línea a un chico, le estoy ayudando a estudiar gramática y a hablar el idioma. Intento darle clases tres veces por semana. Por otro lado, enseño inglés a unos chicos del hostal donde actualmente vivo. 

Antes de venir a Latinoamérica, saqué un certificado (TOEFL), para poder enseñar inglés de manera profesional y hace poco más de tres años trabajé como profesora de francés e inglés en un colegio en Holanda para jóvenes entre 12 y 18 años.

P. ¿Realizas alguna actividad económica adicional?

R. Antes de la cuarentena hacíamos empanadas con una chica del hostal y las vendíamos en los eventos culturales que se realizaban dentro mismo, de esta manera lograba solventar mis gastos, sin embargo, ahora con la situación actual, los eventos están suspendidos y no cuento con ese dinero. También estuve aprendiendo a fabricar artesanía (collares, pulseras) con una amiga que conocí en la costa, donde también tuve la oportunidad de realizar algunos voluntariados.

P. ¿Cómo enfrentas el cambio cultural en otro país?

R. La diferencia más grande que encuentro entre Latinoamérica y Europa es la seguridad. En Holanda podía caminar tranquilamente sin que ningún hombre me acosara por la calle, pero ahora en Ecuador, debo estar pendiente: de que no me roben, de la hora, de si es de día o de noche, lo cual es bastante incómodo. Por otro lado, es muy notorio el machismo que existe en Ecuador, por ejemplo, dentro del hostal donde trabajo y vivo, muchas veces los huéspedes no aceptan un pedido o sugerencia de mi parte o de parte de las otras voluntarias, de la misma manera que las reciben de parte de los hombres.

P. ¿Cuáles fueron las mayores dificultades que enfrentaste durante tu viaje?

R. Este es el primer viaje a Latinoamérica que lo hago sola, el mayor obstáculo fue confrontarme a misma, a mis miedos e inseguridades. La mayoría de las veces esto no es fácil. Sin embargo, he encontrado personas solidarias en el hostal que me han apoyado.

P. ¿Cómo es la comunicación con tu familia en Europa?

R. Yo desde joven vivía sola y mis padres estaban acostumbrados a no verme mucho, así que hablábamos una vez a la semana. Ahora que estoy en Ecuador es más o menos la misma dinámica, cuando puedo les llamo, dos o tres veces por semana. Lo que noto ahora es que tengo más contacto con mi familia y amigos que cuando estaba en Holanda.

P. ¿Cuáles son tus planes a futuro?

R. Lo que tenía planeado a futuro era quedarme en Ecuador, pero mis planes se echaron a perder. Unos dos días antes de que iniciara la cuarentena, mis padres me iban a enviar unos papeles para obtener una residencia temporal en Ecuador. Ahora no tengo idea de dónde estarán esos papeles, no sé si llegaron o no. También mi hermana iba a venir a Ecuador a principios de junio, pero ya no vendrá por la situación que vive el mundo. Asumiendo que las cosas mejoren en el país, sí me gustaría mucho quedarme en Ecuador.

Claudia Berruti se despide en la sala del hostal, me brinda una sonrisa y me dice que se siente feliz de compartir pequeñas cosas de su vida como: estar en una cuidad rodeada de montañas, respirar aire puro, estar viva y al final me comenta sobre el ambiente que existe con las personas del hostal. “una de las cosas que aprendí acá es que siempre vas a contar con el apoyo de estas personas, a pesar de que tengas problemas, así que es un buen ambiente para aprender cosas nuevas”.




Comentarios

Entradas populares de este blog

Trabajadoras sexuales trans en la era del COVID-19: desvelando la realidad invisible

Todas las caras de Francisco Contreras

One day in Buenos Aires